Fueron años de peleas, de agresividad verbal y a veces física también. Fui acusada de todo. Me tragué todo. Me sentía la más fuerte. Y cuando aflojaba un poco, me decía: «Sigue, eres fuerte. No te dejes demoler. Tienes recursos. Mantén tu cabeza en alto cueste lo que cueste». Acepté todo, de todo. Nunca dije que era demasiado, o, si lo decía, no hacía nada para cambiar realmente algo en la situación. Sólo al final me di cuenta de que había perdido toda mi libertad. Estaba encadenada. Pero durante años no me había percatado de que solo vivía a través de su adicción. Estaba obsesionada. Todo daba vueltas alrededor de su consumo, y yo trataba de controlarlo.
No tenía vida propia. Solo existía «eso». Había abandonado todo lo que me interesaba. No iba más al cine: ¡me bastaba con la película que tenía en casa! No salía, o lo mínimo. No tenía ánimo de nada, interés por nada; no podía concentrarme en nada. Estaba todo el tiempo metida en «el problema».
No hacía más deportes ni paseos porque tenía miedo de cómo iría a encontrarlo al regresar a casa. Me había convertido en un gendarme que lo vigilaba día y noche. Y para sentirme eficiente, me había privado de todo. A pesar de ser muy cercana a mis padres, hermanos y sobrinos, ni siquiera a ellos los veía. En realidad, quería evitar que me hicieran preguntas, que vieran que no estaba bien. Veía que les daba pena y que temían por mí, por nosotros. Es normal, así que buscaba cualquier excusa para evitarlos. No podía enfrentarme a ellos ni verlos sufrir. Me bastaba con mi propio sufrimiento. Sin embargo, continuaba en lo mismo sin poder decir «basta, stop, no puedo más».
Me había convertido en un bombero que apagaba todos los incendios y que tenía respuesta para todo. Solucionaba todas las crisis. Yo asumía todo. Cargaba con todo. Sufría, sí, pero en silencio. En cuanto las cosas iban mejor, volvía a tener esperanza y pensaba: «Ya, esta vez sí que ha comprendido y dejará de tomar». En cuanto él andaba mejor, yo tendía a olvidarme de lo que había pasado, siempre creyendo que las cosas iban a cambiar. Me olvidaba de los insultos y de los abusos. No era realista. Y por supuesto que cada vez terminaba decepcionada. Pero, en realidad, yo tampoco quería ver las cosas tal como eran. ¿Cómo iban a mejorar si él no se sometía a un tratamiento? ¿Por arte de magia? Pero, bueno, uno se cuenta historias…
Yo, siempre con ese optimismo tremendo, esa necesidad de dar, de pensar solo en él, de pensar que yo iba a «salvarlo». Claro que era parte de mi educación: hacer todo por los otros. Y ni siquiera veía que todo lo que yo hacía, todos mis sacrificios, no ayudaban a que la situación mejorara. Incluso, probablemente, la empeoraba. Sin darme cuenta contribuía a que las cosas fueran peor. Así pasaron años hasta que, al final, ya no soportaba absolutamente nada ligado a su consumo. Mi nivel de tolerancia había cambiado. ¡Pasé del todo a la nada! El más mínimo detalle ligado al alcohol me volvía loca. Al final ya no podía más. Necesitaba ayuda.Aquí tenemos una narración que refleja infinidad de conductas propias del estado psicológico que padece un coadicto. Así que, si te parece bien, vamos a destacar las principales estrategias que sigue un codependiente…
PROTECCION DE DATOS: En cumplimiento del RGPD (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016 y la LO 3/2018 de 5 de diciembre de Protección de Datos Personales y de Garantía de los Derechos Digitales, le informamos que los datos por Vd. proporcionados serán objeto de tratamiento por parte de GRUPO GUADALSALUS SL con CIF B90432584 y domicilio en CALLE TECNOLOGÍA Nº 13, PLANTA 2, PUERTA D POL IND GUADALQUIVIR, GELVES, 41120(SEVILLA), con la finalidad de atender su solicitud de información. La base legal para el tratamiento de sus datos es el consentimiento prestado para el envío de información. Los datos proporcionados se conservarán mientras se mantenga la relación contractual o durante los años necesarios para cumplir con las obligaciones legales. Los datos no se cederán a terceros salvo en los casos en que exista una obligación legal. Usted puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación, limitación del tratamiento, portabilidad, oposición al tratamiento y supresión de sus datos así como el derecho a presentar una reclamación ante la Autoridad de Control mediante escrito dirigido a la dirección postal arriba mencionada o electrónica